viernes, 30 de marzo de 2012

Una carcajada. O muchas.

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FERNANDO FRÍAS.- En realidad, hacer de la ciencia algo divertido o aburrido es tan solo una cuestión de enfoque. Sin nos empeñamos en recitarle a un niño los fundamentos físicos de la evolución estelar probablemente se nos haya dormido a los dos minutos de empezar, pero con un par de imanes, un globo y una pelota de goma podemos conseguir que sepa más sobre las estrellas, su formación, su vida y su final, de lo que saben la mayoría de los adultos. Es cuestión de encontrar un modo sencillo y, sobre todo, atractivo.

Y a la hora de denunciar la pseudociencia uno de los mejores enfoques es el que Henry Louis Mencken resumió al decir que "una carcajada vale por diez mil silogismos". Podemos -y debemos- explicar con pelos y señales por qué una afirmación es pseudocientífica, pero una demostración divertida es mucho más efectiva y directa que un voluminoso tratado sobre la materia. Pongamos, por ejemplo, la astrología. Podemos llegar incluso a superar los diez mil silogismos de los que hablaba Mencken para explicar qué son realmente las constelaciones, que la influencia que los planetas ejercen sobre nuestro destino es nula, que se ha comprobado que los "gemelos astrológicos", personas que nacieron prácticamente en el mismo lugar y al mismo tiempo y que por tanto tienen cartas astrales idénticas, viven vidas completamente diferentes, o que las predicciones astrológicas son en realidad una colección de vaguedades y lugares comunes aplicables a todo el mundo. Pero a los chavales a los que Luis Alfonso Gámez repartió su "carta astral personalizada" durante el rodaje del episodio "¿Todo está escrito?" de la serie "Escépticos" les bastaron cinco minutos para darse cuenta de todo eso de una forma tan amena y divertida que incluso quienes creían anteriormente en la astrología acabaron con una sonrisa en la boca.




La homeopatía es un ejemplo menos afortunado, porque incluso las explicaciones sobre sus "fundamentos", los ejemplos de algunos de sus "remedios" o los cálculos relativos a los grados de dilución pueden llegar a provocar la carcajada, pero no cabe duda de que las denuncias más llamativas contra esta práctica pseudomédica son las llamadas "sobredosis homeopáticas". Cuando, el 5 de febrero de 2011, miles de voluntarios de todo el mundo ingirieron -ingerimos- una sobredosis de uno de esos "medicamentos homeopáticos", el hecho de que la tasa de supervivencia fuese de exactamente el 100% de los participantes, y que el único efecto real del producto fuera el sabor dulzón que deja en la boca, resultó más llamativo que cualquier artículo de una revista científica.
Entre los "homeozombies" de Bilbao, Zaragoza o Madrid hubo caras conocidas...

Y si a eso le añadimos una demostración en vivo y en directo de cómo se prepara un remedio homeopático (con degustación incluida) como la que hicieron hace unos meses el propio Luis Alfonso Gámez y Mauricio José Schwarz, cualquiera salvo los más fanáticos creyentes en las ideas de Hahnemann puede darse cuenta de que la homeopatía ni cura, ni nada.





Y ni siquiera hacen falta grandes medios. Emily Rosa solo necesitó una pantalla de cartulina para demostrar, con tan solo nueve años, que los expertos en "toque terapéutico" eran incapaces de detectar nada realmente. Para comprobar que la denominada "Sábana Santa de Turín" jamás pudo contener un cadáver no hace falta más que una servilleta de papel y una muñeca de plástico.





* Si quieres conocer más a Fernando Frías puedes visitar su blog: El fondo del asunto


Y para demostrar que los "imanes terapéuticos" no sirven para nada... bueno, para eso solo hacen falta los imanes.




Este mes de mayo la ciencia saldrá a la calle en Alicante, y con ella la denuncia de la pseudociencia. Y créanme, con el SkeptiCamp Alicante o las actividades escépticas que se desarrollen en StAS no solo nos vamos a divertir: es que nos vamos a reír a carcajadas. Ya lo verán.

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