lunes, 9 de abril de 2012

Noticias, correlaciones y pizza

Publicado por Street Alicante Science - 0 comentarios

DARÍO PESCADOR.- La pizza previene el cáncer. Así de tajante y directo. Todo un notición. ¿Cómo es posible? ¿Por qué no valen hoy las acciones de Telepizza más que las de Google?

Bienvenidos a las noticias de la sección de ciencia. Pero no corran a pedir una familiar cuatro quesos todavía. En los medios de comunicación de masas, la ciencia suena a veces como un teléfono estropeado, especialmente cuando se trata de investigaciones relacionadas con la salud.

La noticia de la salvación a través del pan con queso fundido y tomate provenía de un estudio del Instituto de Farmacología Mario Negri de Milán, que medía la relación entre la dieta mediterránea y varios tipos de cáncer. A los encuestados se les preguntaba, entre otras cosas, si consumían pizza al menos una vez por semana. Maravillas de la  estadística, apareció una correlación entre comer pizza y librarse del cáncer del tracto digestivo.

Este es el poder de la correlación, y de la famosa falacia cum hoc ergo propter hoc: pensar que si dos cosas ocurren a la vez, una es causa de la otra. El gallo canta por la mañana, así que el kikiriki es el causante del amanecer. Como hoy he lavado el coche, seguro que se pone a llover. Ridículo, sí, pero irresistible.

Nuestro cerebro está diseñado para establecer causas posibles. Es un simple mecanismo de supervivencia: si alguien come esas bayas de color rojo y muere, es mejor recordarlo, y que ese conocimiento pase al resto de la tribu de generación en generación. Pero es un mecanismo muy básico, y a menudo falla.

Da igual que el doctor Gallus, autor del estudio de Milán, advirtiera ya en el resumen de su artículo que la pizza solo es un elemento más de la dieta mediterránea, y que las pizzas no son todas iguales. Como bien es sabido, cuanto mayor es la distancia en kilómetros a Italia, tanto más gruesa es la base de pan y la capa de queso fundido, alcanzando un valor máximo en el territorio de EEUU. Los efectos beneficiosos del licopeno contenido en la salsa de tomate quedan más que anulados por las 1.000 Calorías del pan y el queso.  

Pero el titular era demasiado jugoso para dejarlo pasar, y los medios saltaron sobre él. Los más serios tuvieron la precaución de añadir una interrogación “¿La pizza previene el cáncer?”, usar un condicional “La pizza podría disminuir el riesgo de cáncer” o incluso un irónico “Las cualidades de la pizza para salvarte la vida”, y a continuación explicar con detalle todas las condiciones de contorno: pizza italiana, comida por italianos, con dietas y estilos de vida italianos.

Aún así, el estudio tampoco parece muy sólido. ¿Cómo separar la pizza del resto de los hábitos? Del mismo modo podrían haberse encontrado correlaciones entre el cáncer de esófago y ser aficionados al fútbol, o la lectura de periódicos, o la asistencia a misa los domingos. Imagínense los titulares. En el extremo, la tan comentada relación entre el número de piratas y la temperatura del planeta:


Con la física las cosas son mucho más sencillas. Se puede comprobar la dualidad onda-partícula en moléculas enormes de hasta 100 átomos, y nadie levanta una ceja. Los experimentos se diseñan para comprobar teorías mil veces simuladas en papel y en ordenadores. De hecho, se podría decir que se diseñan los experimentos para que puedan refutar teorías, porque en ese caso las cosas se ponen interesantes de verdad. El caso de los neutrinos hiperlumínicos, que resultó ser un fallo técnico, es un buen indicador.

Sin embargo la biología y sobre todo la medicina trabajan con armas desafiladas. A pesar de los avances de los últimos años, muchos procesos biológicos no se comprenden completamente. Demasiados factores, demasiadas reacciones entre enzimas y aminoácidos. Aislarlos sería una tarea titánica. Así que cada vez que se publica un estudio sobre las propiedades de tal nutriente para prevenir la arterioesclerosis o la influencia de cual dieta en el cáncer de mama, lo que se está viendo es estadística, la antesala del estudio. Una guía necesaria, pero de ninguna forma concluyente. Correlación, no causalidad.  

Extraer conclusiones de esta ciencia incompleta tiene sus consecuencias. Hace cuarenta años se encontró una correlación estadística entre la grasa saturada, el colesterol en sangre y las enfermedades cardiovasculares. En consecuencia se cambió la dieta recomendada en EEUU por la ya famosa pirámide: muchos cereales, pan y pasta, poca carne, huevos y proteínas, casi nada de grasas. El resto del mundo siguió esa recomendación.

Los resultados han sido devastadores. En estas cuatro décadas la población americana se ha convertido en la más gorda del planeta. A pesar de que se consume menor cantidad de grasa animal, las muertes por enfermedades cardiovasculares no han descendido de forma apreciable, y a cambio, se ha disparado la diabetes y el sobrepeso.

La correlación que demonizaba las grasas no tenía en cuenta que la grasa no se come sola. Normalmente se acompaña de generosas raciones de azúcares y almidones. Los alimentos light bajos en grasa suelen tener aún mayor contenido en azúcar. Mientras que la relación causa efecto entre las grasas saturadas y el colesterol y la enfermedad cardiovascular está siendo refutada, la relación entre el consumo de almidones y azúcares y el colesterol sanguíneo cada vez está más clara, pero las recomendaciones sobre lo que es una dieta saludable no han cambiado, y tanto la comida light como los medicamentos que regulan el colesterol son negocios multimillonarios.

Así se cierra el círculo. Los investigadores, presionados para publicar cuantos más estudios mejor como si fuera un fin en sí mismo, utilizan la brocha gorda de la estadística para extraer conclusiones. Los medios de comunicación simplifican el mensaje hasta convertirlo en un titular falso, pero atractivo. Los políticos responden con regulaciones y recomendaciones que no tienen una base sólida. La industria se aprovecha del cambio en la opinión pública y vende tanto la causa de la enfermedad como su cura. ¿Dónde queda el “científicamente demostrado”?

En realidad la ciencia no puede probar nada, solo refutar. Cada vez que oigamos las palabras “científicamente demostrado” deberíamos echar mano a la pistola de agua. Cualquier conclusión que no sea excluyente debe comprobarse de nuevo, y utilizarla con precaución.  Cualquier estudio que no abra la puerta a su refutación, que no sea falsable, es por definición sospechoso.

Si además eliminamos a los científicos de la ecuación, y quienes propagan los “científicamente demostrado” son los famosos, todo es posible. Los zapatos de tacón favorecen el orgasmo. El mar es salado por el esperma de ballena. Gracioso, pero la risa se convierte en alarma cuando en televisión empiezan a hablar de lo estupenda que es la inútil limpieza de colon, y los actores de Hollywood hacen campaña contra las vacunas. La mala ciencia es muy peligrosa.

Las encuestas confirman que en España los científicos son el grupo que más confianza despierta en los ciudadanos, mientras que al fondo de la lista se encuentran políticos, banqueros y obispos. Sin embargo, la información científica a la que están sometidos los ciudadanos es tan deficiente que cabe preguntarse si tal confianza proviene del nivel (excelente, por otro lado) de los científicos, o por el agravio comparativo con los otros grupos. En nuestras manos está que la ciencia siga en ese puesto de privilegio. ¡A divulgar!

* Puedes conocer más a Dario Pescador en su blog Quotransformer.

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